Nunca antes el mundo del trabajo se había enfrentado a una transformación tan acelerada como la que está provocando la inteligencia artificial generativa.
Un sistema digital masivo como Bre-B también debe enfrentar riesgos de seguridad que pueden afectar la confianza pública. Las amenazas van desde fraudes, robo de identidad, hasta ataques sofisticados de cibercriminales.
La coyuntura global ha dejado claro que la competitividad ya no depende únicamente de tener buenos productos o servicios, sino de la capacidad de operar con eficiencia, adaptarse con agilidad y responder a los cambios del entorno.
El auge de la inteligencia artificial está rodeado de una paradoja que muchas organizaciones aún no han resuelto: contar con grandes modelos no garantiza impacto, si no se tiene detrás una arquitectura de datos inteligente, flexible y preparada para alimentar de forma continua esas soluciones.

Desde la automatización de textos hasta la asistencia en tareas cognitivas complejas, la IA está conquistando espacios en decenas de profesiones. Pero en medio de este avance vertiginoso, emerge una pregunta aún más desafiante: ¿Cuál será el verdadero rol del ser humano en una economía donde los algoritmos pueden programar, escribir y hasta diseñar?
Un reciente informe del MIT y OpenAI reafirma esta encrucijada. Las tareas más fácilmente asistidas por IA: escritura, búsqueda de información, redacción de código, ya están siendo absorbidas por herramientas generativas. Pero lejos de eliminar al ser humano, esta evolución tecnológica está evidenciando una verdad más profunda: el talento humano no se reemplaza, se redefine. Y en ese proceso, competencias como el juicio crítico, la creatividad y la ética emergen como los pilares del nuevo profesional del siglo XXI.
A pesar de sus avances, la IA sigue sin alcanzar aquello que distingue verdaderamente la inteligencia humana: la habilidad para interpretar contexto, empatizar con otros, tomar decisiones éticas y proponer ideas originales desde la intuición y la experiencia. Según el World Economic Forum, aunque se prevé que 85 millones de empleos serán automatizados para 2025, surgirán 97 millones de nuevos roles concebidos especialmente para capitalizar las sinergias entre humanos y máquinas.
Las organizaciones que comprendan esto tienen una ventaja estratégica. Un informe reciente de PwC (2024) señala que el 70% de los ejecutivos considera que las competencias humanas seguirán siendo centrales en equipos integrados con IA. Esto cobra especial sentido en cargos con alta carga de decisión, relaciones interculturales o diseño de soluciones donde lo humano marca la diferencia.
A medida que la inteligencia artificial se convierte en una herramienta ubicua, la pregunta clave no es qué puede hacer la tecnología, sino cómo la interpretan y aprovechan los profesionales. Formar al talento humano no significa únicamente enseñar a operar plataformas de IA. Significa cultivar los valores y las habilidades que permitan expandir su potencial de manera crítica, responsable y creativa.
La filosofía del “Human-in-the-Loop” ha ganado terreno como paradigma de referencia. Este enfoque promueve que los procesos automatizados o asistidos por IA sean siempre supervisados y enriquecidos por humanos capacitados, asegurando que las decisiones finales reflejen sensibilidad, contexto y ética. Así, más que reemplazar el trabajo humano, la tecnología se convierte en un canal para amplificar sus capacidades más relevantes.
En este escenario, emergen propuestas de desarrollo profesional que entienden el reto de manera integral. Una de ellas es IzyAcademy, la plataforma de formación de Q-Vision Technologies, que se alinea con la necesidad urgente de desarrollar perfiles híbridos: profesionales familiares con la tecnología, pero profundamente humanos en su accionar.
El modelo de IzyAcademy se apoya en tres ejes fundamentales:
Esta visión se conecta con lo que indica LinkedIn en su estudio “Future of Work” (2024): el 64% de los empleadores asegura preferir talentos que combinen comprensión tecnológica con habilidades humanas profundas. Es decir, perfiles que no solo sepan interactuar con la IA, sino guiar su uso hacia soluciones con sentido humano.
Integrar un enfoque formativo basado en la colaboración humano-IA trae consigo múltiples beneficios organizacionales:
Compañías como Google DeepMind han comenzado a integrar filósofos, artistas y psicólogos en sus equipos multidisciplinarios para enriquecer éticamente sus modelos de IA. Algo similar sucede en Stanford, donde se ha implementado un programa académico dual que une ciencia computacional con arte y humanidades, preparando a los líderes tecnológicos del futuro con sensibilidad y sentido crítico. En Latinoamérica, Colombia comienza a destacar con experiencias como IzyAcademy, que propone una formación de nueva generación para una economía donde la creatividad y la ética serán tan relevantes como la capacidad de operar algoritmos.
El verdadero desafío del presente no es que las máquinas piensen como nosotros, sino que abramos la mente a un futuro donde lo humano y lo artificial colaboran sinérgicamente. El trabajo del mañana será liderado por profesionales capaces de interpretar, cuestionar y redirigir la inteligencia artificial hacia propósitos con sentido.
Desde Q-Vision Technologies, a través de IzyAcademy, nos comprometemos a formar profesionales que no solo utilizan la IA, sino que la enriquezcan con visión, humanidad y propósito.
Porque en última instancia, el mayor valor de la inteligencia artificial no radica en lo que puede hacer sola, sino en lo que profesionales humanos bien formados pueden lograr con ella. Y ese es un futuro que ya estamos construyendo.






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